Carta a la ministra Manuela Schwesig

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Traducción: Concha Hurtado

Estimada Señora Ministra Schwesig,

Me dirijo a usted con este escrito porque he visto que en el proyecto de reciente publicación de la reforma de la Ley de Prostitución está claramente marcado el sello que distingue a los grupos de presión de los burdeles y el proxenetismo. Por ello quisiera pedirle que ahondara en la realidad del barrio rojo en lugar de seguir escuchando a personas que cuentan el cuento de putas felices autoafirmadas.

Quisiera en primer lugar presentarme brevemente: soy una superviviente de la prostitución, en la que he pasado 10 años. Así que sé bien de lo que hablo. Las razones para mi entrada en ella fueron varias: una familia biológica dificil, en la que a través de violencia masiva, también de índole sexual, contra mi madre y contra mí, resulté traumatizada. Contribuyeron asimismo, en aquel momento, los cuentos masivamente difundidos de prostitutas felices, una necesidad financiera ineludible y la falta de ayuda social y psicológica.

Sí, si usted asi lo quiere, he entrado voluntariamente; soy una de las harto citadas prostitutas voluntarias, pero ¿qué hay de voluntario, señora Schwesig, cuando una persona traumatizada por un abuso infantil toma esta decisión? Para mí la prostitución era un ascenso, en el que aprendí que yo, debido a que soy una chica más o menos indefensa y sin derechos, seré sexualmente abusada, y por lo tanto, así podría al menos tomar dinero por ello y asegurarme así mi supervivencia y limitar el número de abusadores.

Si ahora usted piensa que yo pueda ser un triste caso aislado, debo tener que contradecirla. En esos 10 años he conocido a muchas prostitutas, y no hubo ni una entre ellas que no hubiese sido abusada de niña, golpeada o violada de adulta. Con estrés psicológico, con el trauma volviéndose a repetir una y otra vez en la prostitución y con el sentimiento de autoestima destruido debido a los actos violentos, así es como he visto a muchas prostitutas. Sobre la violencia del barrio rojo o las cosas que nos hacen los “clientes” que usted no querría imaginar ni en sus peores sueños, no quiero empezar a detallar aquí. Esas son las realidades del barrio rojo, señora Schwesig, las que se refieren solo a “prostitutas voluntarias”, y sí, también ellas sufren su estrés postraumático, su disociación, su adicción al alcohol o las drogas, porque no lo pueden soportar. Del 90% de todas las prostituidas en este país que no son alemanas, quisiera hablar aún menos. Su fantasía será suficiente para imaginarse como son las circunstancias en las que viven.

El pasado noviembre escribí una carta abierta porque no podía soportar durante más tiempo que el lobby pro-prostitución contara historias tales como la de la puta libre y autodeterminada. La he adjuntado a este escrito, en el caso de que quiera usted leer como es en realidad prostituirse.
¿Por qué tan pocas veces ha oído todo esto? En primer lugar, porque el lobby pro-prostitución nos intimida (desde que publiqué la carta recibo e-Mails malvados, he sido insultada y amenazada); y en segundo lugar, porque las superviventes estamos demasiado traumatizadas para hablar.

Le ruego encarecidamente, por tanto, que se informe sobre quién está detrás del lobby pro-prostitución. En la revista “Der Spiegel” hubo recientemente un artículo sobre ello.

En la muy buena página web de trauma y prostitution puede seguir informándose sobre como actúa la prostitución con las mujeres. O lea el libro de la superviviente de la prostitución Rachel Moran “Was vom Menschen übrig bleibt”/ “Lo que queda del ser humano”, que dibuja claramente las realidades del barrio rojo.

También muchas mujeres que no se prostituyen se ven afectadas por la prostitución, pues los puteros que son sus maridos, llevan al dormitorio lo que han aprendido en el burdel, es decir, a despreciar a las mujeres, a comprarlas, a torturarlas. La sociedad está brutalizada, señora Schwesig, es un bucle sin fin: si la prostitución es legalizada, aumenta la demanda (porque los hombres aprenden que está bien comprar el cuerpo de las mujeres, transgredir los límites, tener poder para abusar). La trata aumenta para cubrir la demanda (con lo que hay todavía mas tráfico de mujeres) y de nuevo se acrecienta la aceptación de la prostituciçon en la sociedad, la demanda sube de nuevo, etc.

Actualmente el 90% de los hombres alemanes ha estado ya en un burdel. Uno de cada tres lo hace regularmente. Sabe usted lo que pasa por sus mentes, señora Schwesig? Yo lo sé, porque lo he experimentado en la habitación de un prostíbulo, y los hombres que hoy estrechan su mano amablemente, mañana escupen a una prostituta en la cara durante el acto, gozan con su asfixia cuando deben tragarse el esperma y aprenden a sentir placer al torturar mujeres.

Por favor, no lo permita! Usted es miembro de la Agencia de Protección a la Infancia, no puede querer que debido al abuso y la violencia, niñas traumatizadas se conviertan en prostitutas, que tengan que experimentar todo aquello de nuevo una y otra vez. A través de la legalización los hombres aprenden que todo esto está bien. ¿Quiere vivir en una sociedad así? Esa no puede ser su visión!

No habrá nunca una sociedad con equidad de género mientras los hombres puedan comprar mujeres y puedan abusar de ellas. Y no hay ninguna prostitución “limpia”.

Le ruego encarecidamente que no se informe sólo por los/las defensores/as de la prostitución (que en su mayoria son dueños de burdeles o son controladas y financiadas por ellos) escarbe mas en la ciénaga y se encontrará con los traficantes de personas y la delincuencia organizada; escuche también a psicoterapeutas especialistas en trauma y a supervivientes. El lobby de la prostitución no habla por nosotras, las prostituidas y exprostituidas! Este lobby consiste en no más de 100 personas, que a nosotras, las 300.000 prostituidas en Alemania, no nos representan, sino que nos intimidan y trabajan contra nuestros intereses.

Nosotras no queremos hacer este “trabajo”. No necesitamos ninguna legalización. No necesitamos a los que sostienen que no queremos registro, ni obligación de usar condón, etc.
Lo preferible para nosotras seria que no tengamos que hacer más este “trabajo”. Y que los hombres que abusan de nosotras fueran castigados. Necesitamos alternativas, no un desenfreno aun mayor de las destructivas y deshumanizantes fuerzas que se mueven en el barrio rojo (y con ello tambien en la sociedad).

Querida señora Schwesig, no hace tanto tiempo que lo dejé: tres años. Con 18 tuve mi primer “cliente”.
¿Sabe lo que a lo largo de los diez años que estuve en la prostitución, en los que he sido golpeada, violada, retraumatizada, despreciada, deshumanizada, enfermada en cuerpo y espíritu, hubiera necesitado mayormente? : Ayuda y una sociedad sensibilizada con el tema, que no me suponga gozando de la vida y divirtiéndome además con todos los abusos del barrio rojo.

No conozco a ninguna prostituta que lo haga libremente. No conozco ninguna exprostituta que no tenga estrés posttraumático. Todas las mujeres que conozco han sido destruidas en la prostitución.
Por favor, no se deje engañar por las mentiras del lobby proxeneta por más tiempo. Hable con personas que no estén controladas por los hombres que se benefician del “abastecimiento” de sus burdeles con víctimas de tráfico de seres humanos y con mujeres traumatizadas o por las mafias que traen a estas mujeres a los burdeles.

Por favor, abola la prostitución, es inhumana e indigna del ser humano. Y si a usted eso no le es posible, coártela tan fuerte como sea posible (registros, etc) . Que no continue más una situación que ha convertido a Alemania en “El Dorado” de puteros y proxenetas. Como ministra no puede desear eso para las mujeres. Esto está pasando cada día, y con ello hay también hombres que torturan, maltratan y aprenden a despreciar a mujeres que no son prostituidas. Está entre nosotros. ¿Sabe usted lo que está pasando en los burdeles y en las casas-burdeles de un par de calles mas allá?

Por favor, no deje de insistir, no se desentienda. Necesitamos una prohibición de la compra de sexo y en el camino hacia ello una fuerte restricción, la más fuerte que pueda imponerse.

Muchas gracias por haber leído mi carta.
Le deseo lo mejor.

Huschke Mau