El putero. Por qué los hombres buscan mujeres prostituidas y qué piensan de ellas.

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Traducción: Adriana Zaborskyj
Texto original: http://kritischeperspektive.com/kp/2016-34-der-freier/

Nota: “El putero” se designa en alemán con la expresión “der Freier” que significa „el pretendiente” o “el que está libre“.

Al lado de mi escritorio hay una caja en la que guardo los malos recuerdos. Cada vez que tengo un Flashback o un “pensamiento intrusivo” lo escribo rápidamente en un papel, lo meto en la caja y cierro la tapa. La caja está prácticamente llena. Hoy he removido algunos recuerdos de esa caja porque quería escribir un texto sobre los “pretendientes”. Y sí, digo “pretendiente” – viene de “cortejar a alguien”, como “ir de cortejo”- y es un eufemismo para el abuso sexual, que cometen los “pretendientes” (lease puteros o prostitudores) en la prostitución y uno de los muchos ejemplos que muestra que vivimos en una sociedad en la que la violencia sexual contra la mujer está aceptada, normalizada y subvalorada. El nombre “pretendiente” lo uso sin embargo por falta de alternativas y porque las mujeres prostituidas llaman de esta manera a los “clientes” y, sí, porque se puede escuchar un toque despectivo en este término. Intencionadamente no digo “comprador de sexo” porque en la prostitución no tiene lugar el sexo, que se ofrece por una “trabajadora sexual” a un “comprador de sexo” y que se promocione en una vitrina.

Sorprendentemente se habla poco sobre esas personas que ejecutan esta forma de violencia, en vez de esto el tema de la prostitución en su mayoría gira en torno de las mujeres, que “deberían poder ejercerla”. Escucho siempre cosas sobre todas esas “orgullosas, amables y simpáticas putas”, que alguien conoce, pero que a quien realmente no le importan, de la misma manera que también conozco “orgullosas, amables y simpáticas” personas que no tienen otra opción que vivir de ayudas del estado, y que, sin embargo, no me desalientan a estar en contra del mejoramiento de este sistema. Rechazar la prostitución no significa rechazar a las mujeres prostituidas, sino haber comprendido el sistema de la prostitución a través de hacerles a ellas las preguntas, en un sistema, fundado por los puteros a través de su demanda.

Hace poco me preguntaron cómo se reconoce a un putero y tuve que reconocer que: si él no está parado frente a ti en el burdel y menea un billete de 100 euros es imposible. No, yo tampoco reconozco a los puteros afuera, en el mundo natural, ni siquiera después de 10 años de haber estado en la prostitución. La explicación es que oimos con demasiada frecuencia que son “hombres completamente normales”, lo cual aquí y ahora no pretende ser tranquilizante. Si se le pregunta a los hombres si alguna vez han estado en un burdel la mayoría mienten (“yo nunca haría eso”) o cuentan historias como “yo sólo estuve una vez y fue tan horrible, que nunca más volví a ir” (si alguna vez escuchais eso, CORRED!).

Hay tipos completamente diferentes de puteros. Los hay representantes de todas las profesiones, los grupos de edades, todas las personalidades, pero todos tienen algo en común que ya veremos más adelante.

El putero

¿Pero y entonces cómo son los puteros? Advertencia: el cuento de que todos los hombres que necesitan la prostitución para satisfacer sus necesitades son discapacitados no es verdad. En 10 años en la prostitución no he tenido un sólo putero discapacitado, además de que es discriminatorio para con los discapacitados calificar a estos hombres de esta manera, sugiriendo que nadie querría libremente tener sexo con alguien en su condición. Para la parte femenina de la humanidad con limitaciones no aplica porque ellas tienen sexo más frecuentemente de lo que en realidad quisieran.

De la misma manera, no es verdad que “muchos vienen solamente a charlar”. En todo ese tiempo estuvo conmigo exactamente 1 (en palabras: UNO). Ese tipo de explicación sirve a todas luces para poner a los hombres en el papel de ví­ctimas (ellos tienen que ser siempre fuertes y dominantes, los pobres) y para, al mismo tiempo, hablar bonito de lo que en realidad pasa en un burdel.

De cómo son los puteros, es completamente variable. Tuve puteros, que querían follarme en la ventana de un edificio y luego escupirme, hacerme caminar a cuatro patas y luego eyacular sobre mi cara. Tuve puteros, muchos, que me preguntaron: “¿cuánto cuestas tú?” y que con ello quedaba confirmado que allí no se trataba de sexo sino de comprar una mujer. Tuve puteros que me sonreían malévolamente al darse cuenta de que me dolía (el primero que tuve fue uno de esos). Tuve puteros que trajeron drogas para consumirlas conmigo. Tuve puteros a quienes les encantaba sobrepasar mis límites y hacer aquello que no fue consensuado. Puteros que quisieron mostrarme el armario donde guardaban las armas, estando en su casa del bosque con dos mastines gigantes (incluidos dos metros de valla de alta seguridad y sin cobertura telefónica), a quienes les complacía preguntarme repetidamente: „¿y, ya tienes miedo?“. Algunos se dieron cuenta de que yo no quería, pero de todas maneras siguieron adelante. Algunos eran pervertidos o pedófilos, algunos se masturbaban en el pasillo del edificio donde estaba el apartamento-burdel (sí, así las mujeres no prostituidas también son acosadas por la prostitución, las inquilinas de los otros apartamentos del edificio deben haber estado muy agradecidas por ello). Algunos me preguntaban qué edad tenía yo mi primera vez o me contaban que les gustaban las jovencitas o los niños (“yo trabajo en una granja de caballos, allí hay jovencitas que se ponen muy calientes cuando les das la montura correcta”). Algunos se sintieron impelidos a ofrecerme embarazarme (por qué diablos); algunos me preguntaron si podían „atacarme“. Hubo puteros que estaban tan orgullosos de si mismos y convencidos de su desempeño sexual, que yo “debería avergonzarme de, encima, coger su dinero” pues, al fin y al cabo, yo ya “había recibido bastante de ellos”. Hubo puteros que regateaban el precio y como no quería bajarlo, me recriminaban que lo único que me interesaba era el dinero y que debería “volverme mas humana”.

Todo así, como si las mujeres prostituidas fueran una especie de servicio caritativo para hombres. Tuve puteros que creían que tenían que “mostrárme de verdad verdad cómo era” porque “allí afuera no se consiguen una así tan facil”, y puteros que pensaban que me hacían un halago cosificando mi aspecto (“que buenas tetas”). No se con qué frecuencia se me preguntó si me “gustaba follar”, mientras yo miraba el techo o el esmalte de mis uñas, no se cuántas veces escuché de los puteros que “eso sí que era ganar dinero fácil”. Algunos puteros se dieron cuenta que sólo con alcohol o drogas podría estar con ellos y me las ofrecieron. Muchos se divirtieron torturándome y follándome por horas hasta que todo me dolía. Uno se paró con una máscara de esquiar en la puerta y tenía el fetiche de que él era “el malvado enmascarado” que venía a asustar a las mujeres prostituidas de los pisos de burdel (eso salió mal porque yo salí de la habitación y tenía todavía el látigo en la mano). Un putero decía que me había pedido porque él estaba sexualmente fuera de forma, lo había intentado con una muñeca de goma, pero no era lo suyo, y entonces me buscó a mi. Uno casi tuvo un paro cardíaco, lo cual me vino bien, otro era Cristo y después de que se le salió el condón se negó a abandonar su personaje y compartir los costos de la píldora por ser algo “inmoral aparte de asesinato”. Uno quería obligarme a tener un orgasmo (“si yo quiero que tengas un orgasmo, lo tienes, el cliente es el rey”), y muchos se disculparon por no haber tenido una erección, ya que asi no puedo yo disfrutarlo.

Hasta ahora alguien puede pensar que yo estaba en las calle y que describo el nivel más bajo en la escala de los puteros: De ninguna manera, todos estos amables caballeros me buscaron en un piso burdel, es decir, en un servicio de acompañantes (escorts) y, por cierto, los clientes de la calle no son únicamente hombres con poco dinero. Son sencillamente a los que no les gusta que les pongan límites y los que quieren poder obtener el mayor poder y placer sexual gracias a la miseria ajena.

Cómplices. Ellos saben exactamente lo que hacen.

Si se mira los foros en internet de puteros, no se obtendrá un panorama más bonito. Allí hay hombres que se alegran al torturar con electricidad, en un sótano, a jovencitas que no hablan una palabra de alemán: “esta empieza a temblar no más verme!”. La reacción de los colegas puteros del foro: “mis respetos!”. Los hombres que piden mujeres obligadas a prostituirse y se alegran de que aún no las han “montado” (“esta cierra las piernas con fuerza, qué encanto!. Aquí hay emociones de verdad, ésta todavía no es una máquina. Le di por el culo hasta que no pudo más”) o que ayudan con la primera “montada”: “los primeros seis meses sólo se puede pedir como esclava, hasta que se haya acostumbrado”, “ahora mismo le estoy enseñando a hacer garganta profunda y créeme, lo va a aprender”, “ella no sabía que en su anuncio pone que hace anal y todo sin condón, jajaja, por supuesto que lo hice, era lo que me ofrecieron”, “hace seis meses no hacía sexo anal AO (Alles Ohne: todo sin condón), eso tuvimos que enseñárselo primero para que lo hiciera”.

Las prácticas son cada vez más fuertes (eyaculación en la cara, escupir, Fisting, cream pie, “pedirlas preinseminadas”, Gangbangs, agujas, lluvia dorada, garganta profunda hasta el ahogamiento o estrangulamiento) y una no se quita la sensación de que eso no se trata de sexo sino de tortura, de torturar a alguien, a una mujer. Se pregunta frecuentemente qué tan resistente es una mujer, cuanto aguanta un sexo anal duro, cuánto esperma puede tragar sin ahogarse, en resúmen, cuánto puede soportar manteniendose pasiva, calladita (“si lo ofrecen así de barato en un escaparate, tienen que contar con que un hombre quiere más de lo que dan!”). Lo que tiene que hacer ella en muchos casos: regalarse. Así lo informa un putero en un foro: una mujer prostituida le dijo que tenía tres dueños (!), tenía que estar lista para servir a sus clientes 24 horas al día, hacer “todo sin condón” y no podía negarse a ningún tipo de práctica, y de los 130 euros la hora sólo se podía quedar con 30. Un comentario empático del putero: “si, bueno, eso hace polvo, se nota. Pero de todas maneras 30 euros son mucho dinero en Rumania”.

No he puesto los vínculos de las discusiones de los foros intencionadamente, para no producir más tráfico de visitas, pero sentios libres de buscar en Google la palabra clave “puteros”.

Sobre otras mujeres. Esposas y novias.

Y es que los puteros no hablan así sólamente de las mujeres prostituidas, sino también de otras mujeres (“las alemanas me ponen de los nervios, esas putas emancipadas”) y sobre sus parejas (pues sí, muchos puteros piensan igual, calculo que más de la mitad). Algunos dicen que tenían (aún) buen sexo con su pareja, pero les hace falta variedad (estos son los que se llaman a si mismos “gourmet”), que disfrutan de consumir el cuerpo de la mujer como si fuera un buen vino que definitivamente hay que probar. Muchos ya no tienen sexo con su pareja, a lo que comentan que ella se niega, que es una mojigata y que “ella misma se lo ha buscado” que él tenga que acudir a una mujer prostituida, él se ha visto “obligado a eso”. Algunos me han contado que su esposa “lamentablemente” se niega a las prácticas que ellos les proponen, lo que les entristece mucho, pero en alguna parte tendrán que vivirlas. (Al preguntar por las prácticas vienen tales perversiones que no es de sorprenderse por qué sus mujeres se negaron). Lo que es tremendamente claro es que, primero, los hombres se sacuden la responsabilidad (la mujer es la culpable de que no haya más sexo o no sea el correcto!) y, segundo, que mantienen la idea de tener un derecho a tener sexo (y en alguna parte tendrán que recibirlo, por el amor de dios, y si la vieja no se los da…). Además, no tienen cargo de conciencia: una vez un hombre me pidió para un “servicio” en su casa. Él se hayaba cómodamente sentado en el sofá y detrás de él había enmarcada una foto familiar tamaño extra grande. Cuando se dio cuenta que yo estaba mirándola me contó alegremente que su esposa estaba en ese momento en el hospital porque estaba pariendo a sus gemelos. Él estaba orgulloso y quería celebrar y ya que ella en “ese preciso momento” no podía, me mandó pedir a mi. Algunos puteros me han dicho incluso que en la niñez de sus esposas tuvo que haberles sucedido algo terrible y que por ello tenían sexo de mala gana (y ciertamente nada de sexo anal, oral, tragar semen, fisting, que eyaculen en su cara, ah lástima!), asi que no tuvieron mas remedio que ir al burdel. Es perfectamente claro aquí que el abuso sexual no les resulta problemático en sí (el abuso sexual infantil, el abuso del putero hacia su mujer, el abuso del putero hacia prostituidas) sino que los puteros se sienten además como héroes porque se “apiadan” de su mujer no ejerciendo su “derecho”. El abuso hacia la esposa llega tan lejos de incluirla parcialmente en sexo con prostituidas. Con cuánta frecuencia he escuchado “mi pareja es un poquito bi, por eso pensé, yo le hago el favor y pido una prostituida y lo hacemos entre los tres” y de inmediato me he negado porque yo sabía exactamente que la buena mujer de la que él decía era un poquito bisexual, no sabía nada e iba a ser obligada a algo que no quería. Tanto si ellos las “reemplazan” como si “las involucran”, lo venden incluso como un “favor” que hacen a sus mujeres, que luego se plantea como una bonita oferta: “oye, me gustaría correrme dentro de mi esposa y tú se lo sacas chupando mientras yo te follo sin condón, vale?” Los hombres se conducen tan seguros de si mismos en el mundo de la prostitución porque piensan que es algo a lo que tienen DERECHO. Me acosté en bastantes camas matrimoniales y escuché muchas frases de sorpresa de las parejas (“eh, mira ahora me tengo que ir, ¿si cariño?. Esto es muy bonito, me alegro de lo de esta noche!”) y me maravillé nuevamente de lo rutinario, libre de culpa y seguros que estos hombres se sentían y seguían en lo que estaban, aún frente a sus parejas, ¿por qué?. Cuando alguien hace algo que cree que se merece, no tiene que esconder sentimientos de culpa porque sencillamente no los tiene!. No debe saberse solamente porque es desagradable si se entera su pareja.

En un hilo particularmente repugnante, en un foro de puteros, se leía que un marido tenía como costumbre pedir mujeres prostituidas a casa para usar el vibrador de su mujer y luego volver a ponerlo en su lugar sin lavarlo, era su manera personal de vengarse de la mujer que a sus ojos le debía sexo y no se lo quería dar. Por no hablar de todos los tipos que practican el todo sin condón y luego regresan a casa y allí continúan. Aunque para los puteros tanto las prostiuidas como las esposas están ahí para eso, para ofrecerles sexo, los puteros diferencian claramente entre unas y otras. Siempre se me dijo: “tú eres demasiado buena para el burdel, tú no perteneces a este lugar”, lo que lleva implicito que hay mujeres que no son lo suficientemente buenas (¿para ser esposas?) y que sí que deberían estar en el burdel. Su desprecio hacia las mujeres va para ambas, parejas y “putas”. Se dirige a todas las mujeres.

¿Cómo se puede resumir esto?. Los puteros son hombres que tienen una visión de las mujeres en la que son como ganado. Esto se ve claramente en las afirmaciones de los puteros como: “no tengo que comprarme toda la vaca si quiero sólo un poco de leche”. Comparan a las prostituidas con alimentos o bienes consumibles: “En casa hay siempre sopa de guisantes y a mi lo que me apetece es cerdo asado” o “conducir un Opel es chulo y está bien, pero de vez en cuando debería ser algo más picante”.

El putero amable

Se me pregunta una y otra vez si no hay puteros amables y, ahí, es cuando tengo que decir que sí, que sí los hay. Pero no es importante si alguien es amable o no, sino lo que hace. Tuve uno que quería tomarme de las manos todo el tiempo e ir conmigo a comer. Las citas eran horrendas porque tardaban eternidades y así mismo era en la cama. Ese era uno de esos “clientes amables” que quieren en su mayoría “Girlfriend-sex”, o sea que quieren la cercanía, la intimidad, los cariños, besos, todo el paquete, y es agotador porque sobrepasa los límites personales, implica fingir mejor y estropea completamente tu intimidad, precisamente porque está completamente reclamada. Una ya no puede guardar algo para si misma si también hay que imitar y vender los gestos de dulzura (porque, por supuesto, no son verdaderos), dejan de pertenecerle a una, empiezan a hacer parte del repertorio de entretenimiento y por eso dejan de tener significado y son arrancados del Yo. Estos tienen que rescatarse de nuevo en un futuro libre de puteros y ser desde el principio nuevamente aprendidos. Además de esto, junto con la sensación de ser abusada, a través de la expresión de géstos íntimos de este tipo, que llegan a hacer parte misma del abuso, de la sensación de abusar de ti misma, desaparece todo resto de dureza que pudiera protegerte del putero. Es como una entrega total, el putero sobretodo deseaba que yo le actuara el ser su amante. Este era uno de esos “gourmet” que no podían conformarse con una sola esposa y regularmente intentaba hacerme sentir culpable por los demás puteros para los que tenía que “trabajar”. Nunca se le ocurrió la idea de que él era uno de esos incómodos puteros: Los puteros no piensan en ellos mismos como puteros, sólo los demás son horribles. (A excepción de los sádicos: que quieren ser recordados como los más horribles). Él me ofreció bastante dinero para que yo “no tuviera que seguir haciendo eso”, pero para los puteros eso no es gratis, los puteros no ayudan así, sin más, no, una prostituida es un bien público y cualquiera quiere recibir algo de allí, y preferiblemente “ayudan” para hacerse con su pequeña “puta” personal. En cuyo caso tendría que encontrarme con él y sólo con él y sin dinero. Él quería prácticamente “comprarme”.

Los hombres piensan tanto que tienen derecho a obtener sexo, que en realidad en lo más profundo de su ser ya no pueden entender por qué razón tienen que pagar por ello. Si se hace una buena actuación, entonces significa que “algo de eso” ya disfrutó y por lo tanto el putero no debería pagar (=se crea una ilusión positiva) y si la actuación no fue lo suficientemente buena, a saber “ejecución insuficiente”, pues tampoco tendría por qué pagar. No hay manera de ganar!

La visión de los puteros sobre las prostituidas tiene dos caras, por un lado, desean una máquina que todos tratan igual (“lo que ella ofrece tiene que hacerlo, da igual quien venga”, una negativa por parte de ella no está incluida) y, por el otro lado, quieren ser algo especial. O porque son tan tremendamente buenos en la cama o porque, cuando son sádicos, pueden hacer polvo a la prostituida. Lo que nunca quieren ser: uno como los demás, el número 8 o el 9 de la lista del día. No, una debería recordarles para siempre, es una cuestión de ego.

Por qué van los hombres con prostituidas

A la pregunta de por qué los hombres van con prostituidas hay varios estudios que tratan de dar una respuesta. Desgracidamente, sobre todo las científicas alemanas, olvidan que los puteros entrevistados responden como lo espera la sociedad (“romántico”, “me gusta probar cosas”, “ya no tengo sexo en mi casa”) y muestran una imagen suave del putero que no corresponde con la realidad (en los foros de puteros obtendrían una visión un poco más fuerte!). Exponentes de esos “estudios” se encuentran, por ejemplo, en los diarios Süddeutschen y Tagesspiegel.

¿Y entonces. por qué hacen esto los hombres?: Algunos son sencillamente sádicos que odian a las mujeres y quieren darles una “lección de Hardcore-sex/follar con odio”. Algunos son unos pusilánimes que tienen la necesidad de probarle su virilidad a una mujer prostituida y algunos de ellos son “románticos”, que quieren establecer alguna clase de conexión, de relación, un romance. Todos ellos tienen algo en común: piensan que tienen el derecho a obtener sexo, en ellos hay una cierta misoginia inherente y se orientan hacia una imagen de la masculinidad como algo tremendamente superior. Pero sobre todo: todos saben o podrían saber que esas mujeres no se acuestan con ellos por gusto y voluntariamente. Pero esto a ellos les da IGUAL.

Se ordena como en un menú de un restaurante: Un francés total por favor con anal después, y luego se busca un cuerpo en particular del menú para ser consumido. El aspecto de la elección del cuerpo es, a propósito, la prueba de que el sexo no es un servicio: no da igual quien lo brinda porque no se trata sólo de sexo, se trata de USAR a una mujer.

Ni siquiera los románticos buscan una cercanía verdadera. Tienen la imagen de una mujer, se forman la imagen de una relación con esa mujer y pagan por eso, lo importante es recibirlo sin importar cuál sea la realidad. Y los sádicos tienen la idea de usar a la mujer de la misma manera y cuya voluntad tampoco importa. La prostitución no funciona sin ser forzada, nunca habrá suficientes mujeres que se prostituyan “voluntariamente”. De hecho, una parte tendrá que ser siempre forzada. Los puteros puede que con frecuencia no sepan si tienen debajo una prostituida forzada, eso les es simplemente indiferente. El que sean forzadas no les molesta a los puteros, les molesta sólo si tienen que verlo porque les daña la imagen que se habían formado en la cabeza. O les parece estupendo (como a los sádicos), o no vuelven allí (porque la ilusión por la que pagan no podrían lograrla) o hablan frívolamente del asunto (hace poco en un foro de puteros encontré: “qué es estar obligado, yo tengo que levantarme todos los días y comer, eso también es estar obligado”). Las prostituidas no son mujeres para los puteros, aunque expresen que tienen dolor „hacen como si nada“. Lo mejor sería tener una con la que pudieran hacer lo que les da la gana y que sin embargo les sonriera: como una muñeca. El 66% de los puteros saben que muchas mujeres son forzadas por proxenetas, pero les da completamente igual. El 41% van de todas maneras con conocimiento directo de que se trata de una víctima forzada a prostituirse.

De putero a delincuente.

Aquí incluyo mi experiencia. Cuando todavía estaba en los pisos de burdel, muchos puteros tenían claro que en la habitación del lado había alguien sentado, y cuando estaba en el servicio de acompañantes muchos se sorprendían de que no tuviera un “jefe”, a saber: un proxeneta. Así de acostumbrados están a esta figura.

Hubieron puteros, que vieron con claridad mi asco y a quienes no les importó (“para de darte la vuelta cuando quiero besarte”, “tengo la sensación de que ya no quieres ver más rabos”), también hubieron los que se excitaron y a los que mi asco les dañó la imagen por la que habían pagado y nunca más volvieron. Todo es acerca del control, del control sobre las mujeres. Unos se enfadan si la actuación no fue lo suficientemente buena, los otros se alegran si a la prostituida se le cae su máscara de autocontrol y ahí es cuando dan el golpe. La violencia por la que se paga es sólo un lado, el otro lado es la violencia que no se acuerda: las violaciones, las torturas, las palizas y el asesinato.

Se trata de tener una mujer bajo control, hacer que haga lo que se desea, que sea lo que se desea. Y este es el punto central de la prostitución: Todo está centrado en las necesidades del hombre, el sexo está siempre disponible, él no tiene que hacer nada, tiene para su elección los cuerpos de las mujeres, el principio del rechazo no se prevee. Aunque a los puteros les gusta escuchar que una prostituida “rechaza de plano también clientes” porque les da la sensación de pertenecer a un círculo de élite, Ellos mismos no pueden imaginarse ser el cliente rechazado. Cada vez que he rechazado a un cliente fue un gran No-No, algo que ellos hasta la fecha nunca habían considerado posible y a lo que reaccionaron con tanta agresividad que era como si yo les debiera algo, como si yo fuera un baño público al que sólo ellos no tuvieran entrada, como si yo hubiera roto las reglas del juego.

Quien ahora crea que hablo de la minoría, de un número reducido de hombres enfermos, se equivoca. Dependiendo del tipo de estadística que se mire, uno de cada cinco hombres acuden a mujeres prostituidas o 3 de cada 4. Igual como se calcule, cada día uno a 1.2 millones de hombres van a prostíbulos alemanes, sin contar con los que ven películas con contenido de prostitución (=pornografía). Porque ellos en cierta forma también son puteros.

Melissa Farley en un estudio descubrió que los puteros violan con más frecuencia que los que no lo son. De aquí se concluye que la prostitución tiene un efecto de aprendizaje sobre los hombres, les enseña que la violencia contra las mujeres bajo ciertas condiciones está bien. No es sólo que a la prostitución llegan especialmente muchas mujeres que fueron abusadas, sino que viven allí aún más violencia, los puteros tienen pocas inhibiciones frente a lo que la violencia sexual se refiere, a la hora de visitar a mujeres prostituidas. Y todo esto significa que:

La prostitución es el efecto de la violencia contra las mujeres, es en sí mismo violencia contra las mujeres y es la causa de la violencia contra las mujeres.

La prostitución es un asunto de todas las mujeres.

Por todo esto la prostitución importa a TODAS las mujeres. Si una mujer es comprable, todas lo son: Con cuánta frecuencia he escuchado de los puteros que mejor me pagan a mi, a “cualquier otra, resulta más cara porque tiene que comprarle flores, pagar cenas en restaurantes, etc. y al final ni siquiera es seguro que ella te de algo”. A esto se suma que el putero con frecuencia reajusta las escenas de violencia pornográfica de burdel pasando de voyeurista de violencia sexual a ejecutor directo de ella, pues ellos definen estas prácticas como normales, realizables y sin consecuencias, y entonces van y se las proponen a sus parejas, a aquellas que les permitan. La prostitución no está fuera de la sociedad, es producto de ella y es necesaria para cimentar este rol tradicional una y otra vez: Hombre activo y agresivo, mujer pasiva y servil. Ella es financieramente dependiente de él mientras él pueda obtener beneficios sexuales, las necesidades de ella no son una prioridad. No es casualidad que las defensoras de la descriminalización total de la prostitución repitan siempre que es mejor que el matrimonio ya que ambos, matrimonio y prostitución, se basan en un mismo principio fundamental. Es tan triste que vivamos en una sociedad que no sea capaz de imaginarse una sexualidad en la que las mujeres no reciban ninguna COMPENSACION porque al fin y al cabo no se les ha causado ningún DAÑO.

En vez de esto, vivimos en una sociedad que cree que los hombres tienen el derecho a tener sexo bajo todas las condiciones, y aún cuando eso signifique que una mujer sea forzada. Es una pena, pero así es no?. El mundo es sencillamente malo.

Claramente los deseos de los hombres parecen más importantes que la integridad física y mental de las mujeres, sin olvidar que son más importantes aún que su propia autonomía sexual.

Dado que la prostitución es lo contrario a la libertad sexual, y los puteros lo saben, pero no les importa, o no lo saben pero tampoco quieren saberlo. En suma: ¿queremos vivir en una sociedad en la que para los hombres las mujeres deben reprimir su asco y a los que, EN EL MEJOR DE LOS CASOS, les da igual?

Los puteros no ven a las prostituidas como mujeres, sólo ven un objeto, un cuerpo, incluso un accesorio decorativo. No pueden realmente saber en verdad cómo está ella, por qué está prostituida, qué es lo que ella realmente piensa, qué vida ha tenido hasta ahora, si en este momento ella quiere estar allí o no. A ellos no les importa. Lo que todos los puteros tienen en común es que a ellos los derechos de la mujer, su voluntad y sus sentimientos no les importan, les dan completamente igual: indiferencia.

Los puteros pagan por la ausencia de dignidad, de ego y de voluntad de la mujer, y la pregunta es: ¿por qué necesitamos una institución que les haga esto posible?