translation: Vanessa Gutiérrez
De vez en cuando me preguntan por qué es tan difícil salir de la prostitución. A mí me costó años, seguía volviendo a ella – y esto no ha sido únicamente en mi caso. Lo que hace que sea tan difícil dejarla es la complejidad de la situación. Cuando fui a un servicio de asesoramiento para pedir ayuda para dejarlo, me dijeron: “si no quieres hacer esto más, no vuelvas al burdel”. Pero no es tan sencillo.
La mayoría de prostitutas han tenido experiencias terribles con algún tipo de autoridad o instituciones públicas. De hecho, estas mismas instituciones posiblemente sean la razón por la que hay mujeres prostituidas, para empezar. Aquellas que, como yo, han aprendido lo fácil que es caer en el pozo a través del sistema social en Alemania, saben dónde no ir en caso de necesitar ayuda. En mi caso, los servicios sociales dijeron que había huido de casa, no por ser víctima de violencia, sino porque simplemente “no recibía suficiente propina”. La ayuda que recibí, solo gracias a los esfuerzos de varias trabajadoras sociales comprometidas del centro de niñas, acabó demasiado pronto: se acaba en cuanto cumples 18 años. Nadie tuvo en cuenta lo dura que es la situación para una adulta muy traumatizada, que no tiene contacto con sus padres ni apoyo y que no tiene un euro. En el centro había una niña que entró porque su padre la violaba repetidamente. El servicio de Juventud los obligó a sentarse uno frente al otro para una “confrontación”, para “hablarlo”. El padre lo admitió todo, pidió disculpas y los del Servicio de Juventud dijeron: “ahí lo tienes, se ha disculpado, no va a volver a hacerlo. Ya puedes volver a casa.” Estoy casi segura de que esa chica jamás volverá a pedir ayuda en una institución oficial. Todas estas oficinas, seguridad social, oficinas de becas estudiantiles (1), oficinas de empleo, de alojamiento… todas te dicen lo mismo: “no entra dentro de nuestra competencia”, y así están eternamente viendo tu solicitud sin solucionarla. “Si tus padres no firman la solicitud (2) será que has hecho algo malo. Siempre es culpa de la niña. ¿Has pensado en pedir disculpas a las autoridades?” La Oficina de Vivienda: “hemos estado procesando tu solicitud desde hace casi un año, ya te diremos algo. ¿Qué es esto, ya no puedes pagar el alquiler? Bueno, si ya no tienes un apartamento, no tienes derecho a respaldo financiero por nuestra parte, así que vamos a cancelar tu solicitud”. Conozco a prostitutas que quieren dejarlo, pero la oficina de empleo se niega a darles apoyo económico, o las amenazan con suspenderlas 3 meses de sueldo si terminan sus “contratos” con el burdel, ya que en realidad no están desempleadas. Otras quieren dejarlo pero no reciben el subsidio de desempleo que les corresponde porque la Oficina de Empleo dice que tienen algún negocio en secreto en el mundo de la prostitución y por tanto reciben ingresos – una suma completamente imaginaria basada en pura fantasía, calculada de modo que así se reduzca el pago del subsidio.
Quienes acaban en la prostitución luego siguen en ella porque este tipo de cosas no se deben a “una decisión libre” sino a una decisión entre dos alternativas (o te mueres de hambre/vives en la calle, o te prostituyes) he ahí el dilema.
Los centros de apoyo y asesoramiento para salir de la prostitución en Alemania no siempre están del lado de la mujer prostituída. Mimikry (un centro de asesoramiento para mujeres en prostitución) celebró su aniversario en Munich con la dueña de una agencia de señoritas de compañía, Stephanie Klee, así que apoyan a los explotadores del gremio. El director de la oficina de Salud Pública de Dresde, que también dirige el centro de asesoramiento, aparece a menudo como ponente en eventos a favor de la prostitución y glorifica la misma como una gran oferta para los puteros, con o sin discapacidad. Kassandra, de Nüremberg, sostiene que la violencia en la prostitución es infrecuente y que las prostitutas no deben ser llamadas “grupo en riesgo”, pues esto las estigmatiza y las expone a la violencia. Dice esto mientras solo en Alemania más de 70 prostitutas han sido asesinadas desde la legalización de la Prostitución de 2002. La mayoría de estos centros hablan de “trabajo sexual” y tienen más que ver con entrar en la prostitución que con salir de ella (como Hydra en Berlín) y sostienen que el mayor problema al que se enfrentan las prostitutas es el “estigma” y no el “trabajo” en sí. Conozco a mujeres que han llegado a alguno de estos centros y les han dicho que el problema no era el trabajo sino ellas, y que por qué no se reorientaban a sí mismas dentro de la prostitución. ¿Cómo puede ser “acompañante” o “sadomasoquismo” una opción? Vete a uno de estos centros y no solo te negarán ayuda, sino que además te harán avergonzarte.
Otro problema es la falta de alternativas. La situación laboral en Alemania no es color de rosa. Es muy difícil trabajar para aquellos que tienen antecedentes relacionados con alguna falta en el contexto de la prostitución (por ejemplo, no respetar las zonas reguladas mientras están “trabajando”, drogas…) o vacíos en el CV que no se pueden rellenar ni con la mejor imaginación. Aparte de eso, las mujeres que pasan años en la prostitución no tienen experiencia laboral o tienen muy poca y a veces ni siquiera tienen formación profesional. Así pues, los trabajos que les ofrecen son los de máximas horas y mínimo salario. Cuando alguien ha dejado la prostitución recientemente, normalmente tiene que lidiar con los desórdenes psicológicos consecuencia del trauma, normalmente estrés postraumático. Y eso significa que puede que no duren mucho en el nuevo trabajo. Y si resulta que no tienes dinero, al final haces lo que sabes y puedes hacer, y vuelves a “trabajar”. Ni una sola prostituta que conozco tiene la confianza suficiente para solicitar empleos apropiados.
También está el trauma. La mayoría de prostitutas sufre desorden de estrés postraumáticos, del mismo tipo que sufren las víctimas de tortura. Sufren de ansiedad, falta de autoconfianza, comportamiento obsesivo, por ejemplo, lavarse compulsivamente o rituales repetitivos y sin sentido que se supone que les dan seguridad (tengo que tocar madera cuando tengo malos pensamientos, y los tengo a menudo. Cuando no puedo tocar madera, tengo un ataque de pánico. Sé que puede parecer una locura y que no sirve de nada, pero no puedo evitar hacerlo).
Cuando pasé de trabajar en un burdel a ser acompañante, no estaba acostumbrada a salir durante el día. No soportaba la luz del día, igual que muchas de nosotras. Alguien cuyos límites han sido violados diariamente a todas horas, puede que no sea capaz de estar con otra gente, porque, de algún modo, su sistema de alarma interno siempre está alerta: “¡cuidado, ahí viene un hombre!”. No quiero empezar a contar aquí lo que supone estar en la calle y que te empiecen los síntomas o tener flashbacks. Las pesadillas y los desórdenes del sueño te agotan. Es casi imposible guardar las apariencias y llevar una “vida normal”. Te sientes “distinta” a los demás, inferior, más herida. Rota. La gente te da miedo, y “los normales” más que nadie, porque son lo que tú no puedes ser: sin preocupaciones, sin heridas, sin miedos. Todo. Bien. De buen humor. Para sobrevivir a la prostitución tienes que separar tu conciencia de tu cuerpo, disociar. El problema es que no puedes revertirlo después. Tu cuerpo sigue sin contactar con tu alma, con tu psique. Sientes que no eres tú misma. Me costó años aprender que a veces, lo que siento es hambre y que esto significa que debes comer algo. O que eso que experimento es que tengo frío, y entonces debo abrigarme. Es agotador aprender, o reaprender, que tu cuerpo tiene sus necesidades, sentirlas, y es aún más agotador cuidar de ti misma. A no volver a tratarte como una mierda. A dormir cuando estás cansada, porque no estás 24 horas en un burdel esperando al próximo cliente. Que no tienes que pasar frío por estar prostituyéndote en la calle y la temperatura está bajo cero. Que puedes cambiar las situaciones que te hacen daño en lugar de eliminar el daño a base de drogas o alcohol. Pero no te libras del trauma tan fácilmente, te acostumbras a él. Este fenómeno se llama “trauma de apego”, y es la razón por la que las mujeres maltratadas por sus maridos siguen con ellos. Las situaciones traumáticas pueden ser adicticas porque liberas una enorme cantidad de adrenalina, y esta es adictiva en sí misma. Igualmente, las situaciones violentas son bien conocidas para aquellas que han estado prostituidas. Lo aprendí desde que era niña: el lugar que me da miedo, donde me hieren, donde me degradan, es el lugar al que pertenezco. Es mi hogar. Por eso, todavía hoy, aún me cuesta manejarme en las situaciones de peligro y tardo en decidir si luchar contra él o huir. Este tipo de situaciones son una mierda, pero me suenan, las conozco. Las situaciones en las que la gente es amable conmigo, no me grita, no me pega, no abusa de mí, me dan miedo. Me siento inferior. Mi interior me dice: “algo malo pasa aquí, es extraño”. La prostitución es como autoinfligirte daño. No, la prostitución ES autoinfligirte daño.
Las adicciones son otro obstáculo para salir. Muchas prostitutas se insensibilizan a base de drogas, alcohol, cigarros, porque esa es la única forma de funcionar. Esto desarrolla una dinámica y pronto te encuentras con un problema de adicción con el que tienes que lidiar.
Es difícil encontrar una terapia para exprostitutas. Hace falta tiempo y valor para ir a terapia, y más aún cuando muchos terapeutas, hombres y mujeres, no aceptan que la prostitución es violencia (escribiré un texto sobre la terapia algún día).
Igual que los terapeutas, a toda la sociedad le cuesta reconocer que la prostitución es dañina, no solo para la sociedad, sino para cada prostituta. Salir de la prostitución cuando lo que se ve “desde fuera” es que es algo completamente normal, que se puede anunciar en vallas publicitarias en calles principales, cuyos anuncios te dejan en el parabrisas, cuando los artículos que hablan del tema nos llaman “trabajadoras sexuales”, “gente que ofrece servicios sexuales”, cuando a menudo te encuentras con textos que minimizan o incluso le dan bombo… todo eso te afecta. Por no hablar de la gente que siente la necesidad de llamar a las exprostitutas que se atreven a hablar “sucias putas”, “cazafortunas”, “con ganas de dinero” o “de mala vida” y escribirlo justo debajo de los artículos que estas mujeres han escrito o de las entrevistas en las que han hablado. Salir y que te digan que esto ha sido “culpa tuya”, que “has tomado malas decisiones”, o que estás mintiendo, significa que puede que sigas en la prostitución porque te degradan totalmente.
La percepción de una misma y una autoestima extremadamente baja aíslan a la mayoría de las prostitutas de su entorno de no-prostitución. Tras pasar años en ese ambiente, la mayoría de las prostitutas se conocen entre ellas. Es como un mundo paralelo. Y algunas veces, este te parece que es “el mundo real”. Porque no tienes ni un ápice de confianza en el ser humano y mucho menos en los hombres. Sabes, porque lo has experimentado en tu propio cuerpo, lo que son capaces de hacer y por tanto sabes lo que significa esa fachada de “desde fuera”, porque los puteros no solo existen en este mundo paralelo, también en el “mundo normal”. Solo que en el mundo normal lo que ocurre es que te hacen avergonzarte de ser una (ex) prostituta, y no solo los puteros, sino otros, mientras que los puteros no solo no se avergüenzan sino que ni les importa. Así que es casi mejor que sigas en la prostitución: en comparación con otros lugares, al menos parece un sitio algo honesto, la violencia contra el dinero, todo el mundo sabe lo que haces, todo el mundo hace lo mismo, todos conocemos las normas y los mecanismos.
Ninguna prostituta, ni siquiera las alemanas, NO sería puesta bajo presión si intenta cambiar de club o dejar el burdel. El cliente habitual tiene que comprarte. Una colega alemana que quiso desaparecer del burdel tuvo al dueño del mismo pegado a sus talones durante un año entero. Le rajó las ruedas, se coló dentro de su apartamento, amenazó a su novio, le contó a sus padres lo que había hecho por dinero. Solo la dejó en paz después de que ella le pagara 3.000 euros (esta cantidad se conoce eufemísticamente como “deudas en las que incurre la prostituta”. Lo que significa en realidad es: castigo por llegar tarde, por no ordenar la habitación, por no aceptar a un cliente, “faltas de asistencia”, alquiler de la habitación, incluso aunque no la hubiera usado por esta enferma, etc.) Y no hablemos de los “novios” de las mujeres prostituidas, que también sacan provecho de su “trabajo”.
En todo esto no he tenido en cuenta a las prostitutas extranjeras, a las que no hablan alemán, que solo conocen la policía corrupta de su país (y aquí en mi país no estoy segura de que la policía se libre de esto…) que, en teoría, no tienen derecho a subsidios sociales en mi país, que no tienen seguridad social, que son llevadas de un burdel a otro en distintas ciudades cada semana y que no saben ni siquiera dónde están.
Y aunque lo supieran, ¿a quién le van a pedir ayuda?
El estado alemán no te da ninguna ayuda. Deja la financiación de la “Ley de Protección de las Prostitutas” en manos de los municipios, lo que asegura que los puteros tengan la posibilidad de seguir de algún modo haciendo sus travesuras. El estado cobra impuestos de estas travesuras y se beneficia.
Y esto, de hecho, nos hace plantearnos si el estado tiene el más mínimo interés en prevenir a las mujeres y niñas para que no acaben prostituidas, o en ayudar a las prostitutas a dejarlo. ¡NO PUEDE SER que ese sea su objetivo!
Huschke Mau
- En Alemania, los estudiantes de familias con renta baja tienen derecho a un préstamo del estado para cubrir sus gastos. Es un préstamo que se tiene que devolver una vez que el estudiante ya tenga trabajo, pero a un interés reducido y tiene unas condiciones especiales si el estudiante tiene hijos o algún familiar cercano del que cuidar. Al mismo tiempo, la burocracia lo ralentiza todo, y este retraso pone a los estudiantes en riesgo.
- Los padres tienen que firmar la solicitud como reconocimiento de sus ingresos, para que los estudiantes reciban este préstamo. Las autoridades pueden obligar a los padres a firmar, pero los estudiantes tienen que saber a qué autoridades dirigirse, y estas tienen que tener la voluntad de conseguir que firmen.